enero 09, 2006

Hola, ¿me da una pistola?.


El miércoles por la tarde, a eso de las ocho de la tarde, ocho personas acceden a un chalé de un pueblo cercano a Valencia tras intimidar al guardia de la urbanización para conseguir las llaves de la vivienda, amenazando a un matrimonio y su hijo que en ese momento se encuentran en la casa. Les golpean y amenazan para que les den el dinero que suponen tienen guardado en la casa así como cosas de valor. El padre de familia, hace subir a dos de ellos al dormitorio donde asegura guarda el dinero y en vez de esto, saca del armario una pistola con la que mata a dos de los atracadores consiguiendo que los otros seis salgan corriendo de la vivienda. Al él, le ha costado una puñalada en el abdomen.

La polémica está servida. ¿Necesitamos tener un arma para defender a nuestra familia y a nosotros mismos?. Las fuerzas de seguridad del estado no pueden evitar que se cometan atracos, robos, asesinatos y otras lindezas, con lo que la sensación de inseguridad de los cuidadanos crece a medida que este tipo de hechos se van produciendo y la sensación de impunidad para los delincuentes hace lo propio. La gente tiene la impresión de que los delincuentes, entran por una puerta de la cárcel y salen por otra directamente. Para explicar esto, no hay más que ver cómo delincuentes con más de diez detenciones por los mismos delitos, terminan siendo detenidos una vez más por los mismos o por uno más grave todavía. La gente se pregunta ¿qué pasa aquí?, ¿cómo un tío que ha sido detenido diez veces por robo con intimidación, o con lesiones o lo que sea, está en la calle?. Al que ahora se le puede caer el pelo, es al padre de familia que, por muy en legítima defensa que actuase, por muy víctima que sean él y su familia, deberá justificar por qué disparo a los dos jóvenes que le amenazaban con navajas. Es decir, que si entran ocho tipos a mi casa, para quitarme lo que sea, amenazando y pegando a mi familia y tengo una pistola, me lo tengo que pensar dos veces antes de defenderme a mí y a los míos, no vaya a ser que al final, el que pague el pato sea yo por defenderme, ¡manda huevos!. A lo mejor, lo correcto, es hablarles, a ver si desisten de su actitud y se reconvierten al budismo, sueltan las navajas y rezan entre sollozos de arrepentimiento.

Yo proclamo el rechazo a la violencia, pero ante cosas como esta, me cuesta mentener mis valores y mi forma de pensar y no ir a una armería a por una pistola, asi que me puedo imaginar qué pensará gente con otros valores y principios. Si la policía no me puede defender, tendré que hacerlo yo mismo.

Nosotros, que tanto criticamos a los Estado Unidos de América por eso de poder llevar un arma y pegarle un tiro a alguien que se adentre en tu propiedad y todas esas cosas, nos veremos igual dentro de no mucho tiempo. ¿El pueblo tiene que defenderse si las fuerzas de seguridad del estado no lo hacen, o tiene que esperar pacientemente a ver si la policía toca el pito?. Los que se frotan las manos, son los de las armerías, seguro, otros empresarios que se ganan la vida honradamente vendiendo armas, con sus licencias, permisos, impuestos, de los que me pregunto si a ellos, sabiendo de qué va su negocio, les tratarán de sobar en su casa o no.

Lo malo de esto, es que con un martillo en la mano, todo se asemeja a un clavo.

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