abril 12, 2006

El Señor de los Anillos. La comunidad del anillo.


¡Estoy mayor Gandalf! Sé que no lo aparento, pero ya lo siento en mi corazón. Me siento frágil, disperso como mantequilla huntada sobre demasiado pan. Necesito vacaciones. Unas buenas vacaciones, y no espero volver. La verdad, no pienso hacerlo.

abril 11, 2006

Semana Santa.

Por si no me había dado cuenta, ha comenzado la Semana Santa de Sevilla. Fiesta aplaudida por muchos, tanto sevillanos como de fuera de Sevilla y de tradición centenaria que, durante una semana, los tiene boquiabiertos a todos contemplando las tan esmeradamente talladas figuras, portadas y mecidas por costaleros bajo los pasos. Pasos de vírgenes enrejadas en plata, enjolladas, diamantes y capas bordades en oro. Todo un ejemplo de humildad. ¡Que suene la música!. Todos a la calle a ver este bochornoso espectáculo.

La muerte de la forma humana de Dios en la Tierra, del hijo de Dios en la Tierra no es más que un espectáculo para aquellos a los que con su muerte salvó. No veo a creyentes por ninguna parte, veo mucha gente que va de un lado a otro sin devoción ninguna. Una vez más sale a la luz la hipocresía y la doble moral del pueblo. ¿No es de risa?. Nadie practica los diez mandamientos de su propio Dios y, aunque suene recurrente, veneran de nuevo al Becerro de oro. Puede que del mismo modo luzcan ahora las vírgenes y cristos las riquezas, donaciones de sus nuevos aros de oro de los nuevos judios, perdidos en el desierto y con Moshé (nuestro Moisés) en alguna parte de la montaña, charlando con Dios sobre los mandamientos que poco antes les imprimió a fuego en la piedra. Entregaron las joyas a Aharón, hermano de Moshé antes de que éste regresara de la montaña y, como no tenían otra cosa mejor que hacer, decidieron adorarlo, al Becerro, como un nuevo Dios. Cuando Moshé bajo de la montaña el mosqueo sería colosal; ya podía haberlo previsto Dios, que para eso lo sabe "todo, todo y todo".

Otra vez más, las normas no son iguales para todos: ahora, durante la puñetara Semana Santa, la gente puede aparcar el coche donde le salga de las narices, tomar algo en un bar es más caro que hace cuatro días, la gente puede ir en manadas haciendo ruido a las dos de la madrugada, no hay forma de llegar a mi casa cuando salgo de trabajar y tengo que desplazarme en atestados autobuses que no llegan hasta donde yo voy por aquello de estar las calles cortadas para que pasen cientos de nazarenos, las bandas y la marea humana. No terminan aquí las cosas malas, seguro que hay más. Más no haré de este comentario una sarta de quejas si puedo evitarlo y si es que no lo he hecho ya.

Dentro de poco tiempo y con esto de la cultura multiracial de los cojones, que no es otra cosa que meternos a los inmigrantes hasta que, por huevos, nos acostumbremos a ser colonizados, tendremos que soportar más ritos, fiestas y cortes de tráfico por alguna celebración musulmana, algún rito religioso africano y saben sus dioses por qué... El tiempo lo cura todo, pero tambien crea tradiciones a base de repetir un mismo rito en el trascurso de los años. La mayoría de estas llamadas tradiciones no son más que maldiciones; algo con lo que hay que cargar mientras no se rompa el maleficio que las creó. El maleficio es la religión, algo tan arraigado ya en nosotros que no podrá ser roto ya que, por otra parte, el ser humano necesita mentiras para no ver la verdad.

Que se vayan a un descampado a hacer el indio con sus capirotes, sus cornetas, sus cirios y su hipocresía. Yo no quiero ni verlo y mucho menos sufrirlo.